domingo, 9 de febrero de 2014

Instinto homicida

La navaja brilló como si fuera nueva y afilada. El estilo de la hoja (con su cierta semejanza a los sables árabes de una época anterior) y el mango de madera de roble le daba un toque muy sofisticado, sutil y elegante. La verdad es que no parecía haber sido fabricado para pelar patatas precisamente. En cualquier caso, su dueño no paraba de darle vueltas entre sus dedos mientras se mantenía con la mirada perdida, pensando en sus cosas supongo.

Con decisión, tras 8 minutos y 24 segundos, guardó su arma y se levantó de su asiento. Su pelo negro azabache cubriéndole parte del rostro y su conjunto habitual para ir a trabajar (camisa blanca y pantalón de chaqueta con unos zapatos negros) le daban una imagen bastante informal e inocente. Echó a andar y salió de su oficina. Su ritmo parecía natural, pero yo pienso más bien que iba con cierta prisa, pues se le notaba bastante inquieto.

Llegó al ascensor y buscó algo (o más bien alguien, la verdad es que no lo sé) en la planta 2 del edificio, no sé exactamente el motivo. La cuestión es que, finalmente, no obtuvo un resultado esperado y volvió a dirigirse al ascensor, esta vez para ir a la planta 6.

Una vez allí, consiguió localizar un teléfono fijo. Lo tomó sin permiso y sin explicaciones, como si fuera de vital importancia. No paraba de moverse, parecía bastante nervioso. A veces se encorvaba un poco, como el que discute y se encoge por pura inercia preguntando algo que no logra comprender. Tras la conversación, colgó suavemente el teléfono (mejor dicho, lo dejó caer), como el que entra en estado de shock, se giró y se dirigió una vez más al ascensor con pasos largos y decididos. Los ojos brillaban más de lo normal, tal vez tuviera ganas de llorar. Esa llamada hubiera sido de gran utilidad.

Una de las cámaras de grabación enfocaba una habitación oscura donde no se lograba divisar bien las cosas, aunque su escasa luminosidad era suficiente como para reconocerlas. Se supone que dicha habitación era donde se guardaban las cuentas cerradas de la empresa de todos los años atrás, según nuestras fuentes. El percatarme de dicha habitación fue más que suficiente para perderle el rastro durante 3 minutos. Temía que pudiera haber salido del recinto sin que me hubiera dado cuenta, pero finalmente le encontré allí, en esa misma sala.

Una vez que volví a identificar al sujeto, sólo pude ver cómo una navaja, elegante y sutil como ella sola, acariciaba el cuello de una persona describiendo, tras de sí, un hilo de sangre que bañó de rojo la superficie de aquella habitación mientras el cuerpo se desplomaba con cierta lentitud en el suelo. Desconocemos el nombre de la persona a la que llamó este sujeto y su paradero, lo único que tenemos son estas grabaciones de seguridad y un cadáver.

Sus compañeros de trabajo confesaron que Satoshi era una persona culta y responsable, aunque llevaba una temporada comportándose de un modo extraño, lo suficiente como para captar su atención pero insuficiente como para mostrar preocupación. Lo que estaba claro es que tenía un problema con la persona a la que llamó y no encontró una salida. Bueno, sí que la encontró: el suicidio.

Tal vez la persona que buscó fuera a la que realizó aquella llamada. Tengo que investigar la planta 2 y a los empleados de dicho piso, es la única vía que poseo ahora mismo para seguir con la investigación.

Hmm...

Me pregunto cómo adquirió aquel hombre esa preciosa navaja...