sábado, 24 de enero de 2015

Carta sin destino: Ausencia de fe

A ti, que lees esta carta:

Cada día que pasa se acentúa más la sensación de pérdida de orientación. El camino que comencé a seguir hace unas semanas no parece conducir a ninguna parte (como cualquier camino de este bosque nevado) y el sendero comienza a mostrarse de difícil seguimiento. Creo que si continúo no sabré ni siquiera por dónde he venido.

¿Y qué puedo hacer? No tengo rumbo fijo: cualquier camino me es válido, pues desconozco si realmente existe una salida de este paisaje laberíntico. Aún así, siempre me ha resultado más acogedor el saber si un camino me acerca más a una salida o no. Puede que me hubiera entusiasmado demasiado con este recorrido de apariencia única.

Pero si mantengo esta batalla campal en mi cabeza no es sólo por todo esto, sino también por el amuleto que encontré la última vez que escribí. Ese abalorio debe pertenecer a alguien y, por la forma en la que se me presentó, estoy seguro de que su dueño o dueña lo extravió mientras huía de algo. La cuestión es... ¿cuándo? ¿Habrá alguien más aparte de nosotros que esté compartiendo terreno? (Recordemos que Leo sigue conmigo). Y hablando de Leo, a día de hoy se encuentra en forma, pero la nieve dificulta mucho la búsqueda y el encuentro de comida para él. Espero que el invierno se canse de nosotros y se largue lejos para solucionar ese problemilla que, a la larga, traerá bastantes problemas.

En fin, supongo que mañana seguiré mi instinto como llevo haciendo todo este tiempo, desde que partí en busca de mi propio reencuentro hasta ahora. Ya que estoy aquí, lo suyo sería seguir hacia delante hasta que encuentre algún tipo de anomalía o impedimento en este sendero. Espero que este amuleto (que tiene forma de colgante, por cierto) me traiga algo de suerte, no sólo por mí, sino también por Leo y por la persona que lo perdió.

Espero que todo te vaya mejor que a mí, querido lector. Pronto volveré a dar señales de vida.

Un cálido abrazo.

Arthur Eddyknar.

sábado, 10 de enero de 2015

Carta sin destino: El amuleto

A ti, que lees esta carta:

El cansancio vuelve a hacer estragos y precipita mi ánimo con brusquedad, pero eso no conseguirá detener mi viaje a ninguna parte: Leo se encuentra mucho mejor, parece que su herida evoluciona positivamente y, desde que logró ponerse en pie por sí solo, no se ha separado de mí. Puede que me vea como su madre (o su padre, mejor dicho). En cualquier caso, resulta encantador poder contar con él en noches como ésta para descansar y escribir un rato.

Llevo varios días con la creencia de que el sendero sombrío y cerrado en el que me hallo es una salida de este bosque sin fronteras, pero realmente no hay nada que confirme dicha posibilidad. Además, no sé qué puede deparar dicho camino y es posible que encuentre un disgusto tras esta ilusión terrenal, así que he optado por dejarme llevar por mi instinto y tomar como parte de éste el instinto natural de Leo (que también colabora, aunque no lo creas).

A día de hoy, siento un gran impulso por seguir este sendero. Es como si el cuerpo me pidiera descaradamente recorrerlo, aunque no tenga una salida, sólo por saber qué se esconde tras esa parte de la flora en la que me hallo. A pesar del lúgubre estado de esta zona del bosque, no creo que por ello deba ser una mala alternativa.

Para mi sorpresa, hoy mismo me he topado con lo que parece ser un viejo y desgastado amuleto, una insignia sencilla que colgaba peligrosamente de la rama de un árbol, así que decidí tomarlo y llevarlo conmigo. Ese amuleto debe ser de alguien, posiblemente una persona que huía de algún animal... o de su propio miedo. En cualquier caso, debo devolvérselo. No debe de andar muy lejos de aquí.

Espero poder sobrevivir durante estos duros días de inverno y espero también que te encuentres bien, querido lector.

Un cálido abrazo,

Arthur Eddyknar.