martes, 28 de abril de 2015

Carta sin destino: un barco a la deriva

A ti, que lees esta carta:

Por fin dejó de nevar. A día de hoy, apenas quedan restos de nieve en las copas de los árboles o junto a sus enormes raíces. Leo podrá dejar de preocuparse por encontrar algo de comer.

Sin embargo, el sendero aún se mantiene incierto. No sé hasta qué punto merece la pena seguir hasta el final, pues la sensación de pérdida, de desorientación, se ha visto incrementado a lo largo de todo este tiempo. Puede que todo este plan sólo haya acarreado mayores problemas que deseos cumplidos; puede que ese espíritu esperanzador que me guiaba se haya escapado; puede que la paciencia haya dejado de ser una virtud... La verdad es que no lo sé.

Lo que está claro es que me metí en este berenjenal con un propósito y, lo consiga o no, he de salir de él del mismo modo que entré. Espero que Leo me dé la motivación suficiente para seguir adelante y no perder el rumbo, porque a este paso me convertiré en la versión moderna de Tarzán, pero en un bosque y menos sexy (eso si realmente consiguiera sobrevivir).

Nunca he prestado mucha atención al tema de "casualidad vs causalidad", pero a día de hoy llego a preguntarme si el destino me tenía preparado esto y, de ser así, con qué me sorprenderá el día de mañana. Al menos sería suficiente si encontrase a la persona que perdió el dichoso amuleto, sólo por saber si se encuentra bien y poder devolvérselo. Tiempo al tiempo, supongo.

Rezo porque las cosas te vayan bien, querido lector.

Un cálido abrazo.

Arthur Eddyknar.

viernes, 24 de abril de 2015

El cigarrillo de las diez

El cigarrillo de las diez,
los charcos de un callejón húmedo,
la niebla de alguna ciudad perdida en la penumbra,
el silencio absoluto y su roce con mis pasos.
La gabardina cálida y protectora,
el sombrero característico,
la mirada fija en el suelo
y un camino que conduce a Ninguna Parte.

Ni siquiera se oyen a los gatos persiguiendo a los roedores,
tan sólo a jóvenes desdichados apasionados en cuerpo y alma,
disfrutando cada instante,
deleitándose con el aroma de aquella persona que algún día ignorarán.
Sí, habéis oído bien, "ignorarán",
pues está escrito que por causas del destino se separarán en cuerpo,
pero no en alma.
Una bifurcación que determinará un recorrido distinto,
pero un mismo paisaje compartido,
un mismo abrigo casi tan confortable como un recuerdo
y casi tan frío como la misma nostalgia.

De nuevo, el sonido de mis pasos en solitario.
En la zona costera siempre se respira mejor,
o en mi caso en el puerto de la ciudad.
El susurro de las olas calmando mi sed de melancolía,
para variar,
inundándome con su peculiar forma de mecer mi cuna,
que es mi corazón roto,
mi alma quebrantada.
Puede que a más de uno le sorprenda este hecho,
pero qué le hago yo si la gabardina me salió buena.

Cigarrillo consumido,
parece que ya es hora de volver al nido.
De ilusiones se vive y de ilusiones se muere,
así que moriré lo necesario en mis pesadillas
para vivir cuanto pueda en mis sueños.

Que el señor se apiade de mi alma.