lunes, 15 de febrero de 2016

El búfalo blanco

Qué tal, forastero.
Deja tus cosas ahí y descansa, el día está a punto de acabar.
Reserva tus energías para continuar tu viaje mañana,
pues hasta que no finalice tu trayecto seguirás siendo un forastero.
Seguirás siéndolo mientras él susurre que no puedes quedarte,
que tu viaje aún no ha terminado.
«¿Quién?», me preguntas,
«Tu espíritu guía», te respondo.

Cuenta la leyenda que un gran búfalo blanco apareció de la nada entre la niebla de un valle
orientando a un joven guerrero hacia la salida de aquel laberinto abstracto y brumoso,
mas en plena libertad y bajo la intensa luz del sol no logró dar con el animal.
Desde entonces, el guerrero continuó su viaje velando por aquel extraño búfalo blanco,
llegando a dar con éste fugazmente en los momentos de mayor desdicha
sin saber si lo que veían sus ojos pertenecía a la realidad o a su imaginación.
En cualquier caso, poco le importó, pues dicha figura le salvó, y él se lo agradecía.

Mi dulce lobo castaño me dijo que ayudara a un forastero desorientado
para que encontrase paz y soporte en su viaje, y eso es lo que intento hacer.
Así que dime, ¿seguirás el sendero que se te ha marcado
o por el contrario dominará la tozudez en tu mente incrédula?
No te preocupes, pronto hallarás una respuesta.
«¿Qué harás tú?», me preguntas. Yo te respondo:
«Arroparme con su calor, pues los viajes en penumbra son fríos como la misma soledad;
aprender de sus enseñanzas, para mejorar como persona, individual y colectivamente;
despreocuparme de lo trivial, de lo irrelevante, de la frustración anímica;
y sobre todo, seguir el sendero hacia lo desconocido, donde indique mi álter ego,
mi espítitu amigo, sano y natural, mi fiel acompañante, mi guía».

Algún día, forastero... Algún día encontrarás una respuesta.