domingo, 27 de marzo de 2016

Verses--;

Cuando ambos hemisferios de tu cerebro se ven enfrentados inútilmente por las ganas y el deber.
Cuando se impone tu lado más exquisito y exigente, y a pesar de ello lo ignoras.
Cuando, siendo sábado, te sientes como cualquier jueves de madrugada,
cansado, apagado y absurdamente melancólico,
inmerso en las profundidades del subconsciente,
sumergido en la nostálgica soledad que ofrece la ausencia de sueño,
como bajar insatisfecho de un escenario tras una sesión de clases, música y rudimentos.

Que esta oscura y dormida progresión ejerce bien su papel,
que ni la realidad virtual me evade de esta encrucijada,
que el dramatismo está a flor de piel y el estado de ánimo le hace compañía,
que se puede ser feliz sin cruzar estas asquerosas fronteras,
pero cómo evitar lo inevitable si, finalmente,
las ganas se hacen con el estandarte tras la derrota del deber.

Si se pierde algo, que sea la terquedad, la hipocresía y el egoísmo.
Que las dificultades no separen los objetivos de nuestra mirilla.
Ninguna desgana ajena debe reducir tus deseos a escombros.
El truco está en deleitarse con los resultados ofrecidos
y seguir las indicaciones de tu álter ego ante la densa nebulosa.

Piares, aullidos, ladridos, rugidos o cantares de la sabia naturaleza,
cualquier cosa puede servir de orientación.
¿Acaso es peor seguir los pasos de un desconocido que naufragar solo en la penumbra?
¿Qué camino hemos de tomar en esta bifurcación laberíntica para alcanzar el núcleo estelar?

Repetitivo en exceso resulta este juego de muñecas rusas,
setecientas jornadas son más que suficientes,
demasiados mundos vigentes dentro de esta etapa.

Ansiado futuro incierto, bendito sea tu cometido y alabado sea el posible resultado.
Este carroñero se ha cansado de buscar alimento en fuentes putrefactas.

Es hora de cerrar el mundo; es hora de abrir el siguiente.