domingo, 3 de julio de 2016

Animpuestos

Dos años con facturas sin pagar,
con dos semestres cubiertos por ofrendas,
dos obsequios en cada auto-reprimenda
y la ausencia de recursos a poder utilizar.
Sin ingresos no se produce un equilibrio,
sin embalse ningún grifo desprende agua,
y aunque uno acostumbre a no malgastar
se complica el poder mantenerse sobrio,
se dificulta el no soltar las riendas
cuando los hierros no salen de las fraguas.

No resulta digno dramatizar en exceso.
A pesar de todo, sigo manteniendo mi hogar,
mas quién soy yo para librar del rezo
si la adquisición de comida se hace de rogar.
Al comienzo supuso un reto severo
y la transición se mantuvo estable,
pero ahora sólo queda la desnutrición
de cazas que no parecían salir rentables,
de enfrentar la tormenta con un velero
guiado por alguna sirena y su canción.

Y este es el resultado: un alma inundada en coraje,
un espíritu dispuesto a todo por mantener el rumbo
sujetando una vasija con fisuras de rodaje,
guiado por la esencia de un cántaro lleno
que sólo cubre el seguro anti-tumbos
si lo que desea lograr es sentirse pleno.

Demasiadas cosas necesarias para sobrevivir,
exceso de variables a manejar en la ecuación,
y todo para qué, si ante algún valor inviable
el sistema se vuelve demasiado inestable
y la vital mesa de dos patas hace aparición
ante la huída del carpintero cruzando el Guadalquivir.

La acentuada impaciencia atrae la condena
tomando de la mano la ilusión del momento,
motivando la ruptura de cañerías de arena
y perdurando en silencio y soledad con el memento.

Que vuestros amuletos os guíen por el buen camino,
que el amor que os rodea os proteja en su regazo,
yo velaré porque el mío no se aleje más allá del abrazo
y desista de saciar su sed de cariño submarino.