lunes, 10 de diciembre de 2012

Sin límites

Abrí los ojos con dificultad. Eran las 11 de la mañana, un sábado, la luz del sol y el piar de los pájaros se adentraron en mi habitación invadiendo la tranquilidad del silencio de mi sueño. Hora de levantarse.
Retiré mis sábanas, tomé mi pierna ortopédica y me la coloqué debidamente. Acto seguido, ayudándome de mi otra pierna y de una mesita, conseguí ponerme en pie, me vestí y bajé a desayunar.

Mi padre leía el periódico, como solía hacer habitualmente cada mañana, mientras mi madre terminaba de preparar el desayuno.

- ¿Qué tal las clases Erika? ¿Hoy haréis algo especial? Porque si no recuerdo mal, me comentaste que era tu último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. -Dijo mi padre.
-Sí, bueno, mi profesor de lengua quería ponernos un examen hoy, el resto del día se harán cosas distintas, ya sabes, lo típico: cartas de navidad, cantar villancicos... -Respondí mientras terminaba de tragar los cereales.
- ¿Y qué tal llevas el examen?
- Creo que bien, he estudiado mucho este fin de semana por ello.
- Buena chica, ya verás cómo lo haces genial. Ya te lo dije una vez, cualquier cosa que te propongas serás capaz de conseguirlo. -Mi padre sonrió.

Terminé de desayunar, tomé mi mochila y comencé a caminar hacia el instituto. La verdad es que llevaba varias semanas ausente de casi todo. Hacía unos años me diagnosticaron cáncer en mi pierna derecha y tuvieron que amputármela. Como es lógico pensar, si algo fue acompañando a mi enfermedad fue la pérdida de cabello, lo que propició que en el instituto todos me vieran como un bicho raro, una enferma, una minusválida... Supongo que os haréis una idea del dolor que podía sentir al saber que estaba enamorada de un chico que nunca se fijaría en mí...

- ¡¡MALDITA SEA!! -Pensé.

Supongo que estaba condenada a convivir con ello. No podía hacer nada.

Llegué a clase, cómo no, rodeada de las burlonas miradas de mis compañeros. Me senté en mi pupitre. Ya estaba acostumbrada a la atónita mirada de los demás alumnos, miradas que expresaban tristeza, o mejor dicho, lástima, miradas que transmitían apatía, miradas que hablaban y se reían de tu situación... Qué más da, pronto comenzaría el examen.

La verdad es que el temario no era complicado, así que no tuve muchos problemas para realizar el examen.

En la hora del recreo se organizó una "chocolatada" con churros para despedir el primer trimestre. Como todos los años, los churros estaban buenos, pero el chocolate era asqueroso, aunque bueno, por lo menos entraba muy bien con el frío que hacía.

Sí, estaba sola, por si todavía teníais dudas. Aunque para mi sorpresa, alguien se dignó a acercarse a mí para charlar conmigo.

- Este chocolate es un asco, ¿eh? jejeje.

Me giré y allí estaba, Daniel, ese chico lindo que emanaba bondad con su presencia, siempre fiel a su palabra, era la persona más noble que había conocido nunca. Yo sabía que era un buen chico, por eso me gustaba tanto.

- Sí, la verdad es que no hay quien se lo trague sin que le dé algo. -Respondí algo nerviosa.
Él soltó una carcajada y con una sonrisa en el rostro contestó:
- Muy cierto, no sé de dónde sacarán esta porquería.
Sonreí.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Sí... claro -Respondí dudosa.
- ¿Por qué siempre estás sola? -Preguntó con curiosidad.
- Por mi enfermedad... -Contesté cabizbaja.
- Pues eso no es ninguna excusa para estar solo.
Alcé la mirada hacia sus ojos... Hacía tiempo que una mirada no me transmitía algo así... ¿Esperanza? ¿serenidad?
- No deberías aislarte tanto, el ser humano por norma no es un animal solitario, además, con o sin enfermedad sigues siendo humana, con sentimientos como todo el mundo. -Prosiguió ante mi sorpresa por su respuesta.- Sinceramente... Yo creo que eres una persona genial, pero no quieres demostrarlo, lo guardas para ti misma, y eso tampoco es bueno... Hazme un favor y sonríe. -Dijo finalmente con una sonrisa.

No podía creerlo, Daniel me había dicho todo eso... No podía defraudarle, debía dejar de ausentarme de todo y proseguir con mi vida normal, ser una persona normal... Pero me derrumbé cuando me comentó:

- Esta tarde mi mudanza será oficial.
No podía creer lo que estaba oyendo.
- ¿Cómo que te vas a mudar, dejas el instituto? -Le pregunté algo angustiada.
- No, bueno, este sí, me instalaré en otro instituto en el próximo trimestre. Tomaremos el tren sobre las 7:00 de la tarde más o menos.
- Pero... -No podía creer lo que estaba sucediendo, Daniel se mudaba... No... Por favor, no...-
- No te preocupes, yo estaré bien y estoy seguro que tú también lo estarás. -Sonrió.- ¡Nos vemos luego en clase! -Dijo mientras se alejaba.

Desde aquel momento me mantuve totalmente apática. No quería reconocer que perdería también aquello que cada mañana me daba fuerzas para volver a clase...

Llegué a mi casa y mi madre me recibió con un beso.

- ¿Cómo fue el examen?
- Pues bien, como siempre...
- Me alegro cielo, ya te lo dijo tu padre, "cualquier cosa que te propongas serás capaz de conseguirlo". -Comentó mientras acariciaba mi rostro y se dirigía al salón.

"Cualquier cosa que te propongas serás capaz de conseguirlo".
"Cualquier cosa que te propongas serás capaz de conseguirlo".
"Cualquier cosa que te propongas serás capaz de conseguirlo".
...
Decidido, iría en su busca antes de que fuera demasiado tarde. Solté mi mochila y eché a correr lo más rápido que pude.


Notaba cómo la leve lluvia chocaba contra mis mejillas, sabía que tenía que hacer lo imposible por hablar con él, debía ser rápida, muy rápida, no sólo por mi minusvalía que me hacía perder velocidad, sino también por la lluvia, no quería que el tiempo entorpeciera mi marcha.

Llevaba 15 minutos corriendo, estaba agotada, desde que me operaron no realicé apenas actividades físicas que no fueran por tratamiento de rehabilitación.
De repente resbalé, me hice una herida en la rodilla, dolía mucho, pero no podía perder el tiempo, me sujeté a una farola, me puse en pie y seguí corriendo. Desde allí ya se veía la estación.

Entré, subí las escaleras abriéndome paso entre la multitud y alcé la vista. Debía de estar cerca, sólo quedaban 5 minutos para las 7:00.
¡¡Le encontré!!
Estaba aproximándose a su andén, parece que se dirigía al andén número 2.
Seguí corriendo, no podía detenerme, ya casi había alcanzado la meta.

- "Último aviso para los pasajeros del andén número 2 con destino Barcelona, en breves instantes el tren efectuará su salida...".

Ya casi lo había conseguido, sólo necesitaba un pequeño esfuerzo más.

- ¡¡DANIEL!!

Se giró y sorprendido se dirigió hacia mí.

- Erika, ¿pero qué haces aquí?
- Daniel... -intenté hablar mientras recuperaba el aliento- Yo... quería decirte una cosa.
- ¿Qué sucede?
- ... -los nervios pudieron conmigo, no era capaz de decírselo.
- Rápido, me están esperando.
- ¡No me dejes! -le dije al fin.
- ¿Qué? -Preguntó confuso.
- Quería que supieras que desde hace tiempo mi única razón para ir al instituto era poder verte, soñaba con el día en que pudiéramos estar juntos aunque sé perfectamente que no querrás nada...

Daniel se mostró bastante confundido, como si no supiera qué decir. Finalmente, le dije:

-Te quiero Daniel...

Hubo silencio. Tenía miedo de que pudiera haber provocado algo malo, que cambiara su visión sobre mí, que se alejara, que no quisiera volver a tener contacto conmigo... Pero qué más da, no sabía cuándo volvería a verle.

- Yo también te quiero.

Alcé la vista sorprendida.

- ¿Qué?
- ¿No te lo esperabas? -Me dio un abrazo.- Ya te dije que seguías siendo una persona normal y corriente.

No podía creerlo, me quería, ¡me quería! Era como un milagro el poder estar viviendo eso.

- ¿Y qué pasará ahora? -Pregunté conmocionada.
- Seguiremos en contacto, te escribiré y prometo venir a visitarte en cuanto me sea posible, ¿vale? -respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

Le abracé con fuerza, no quería que nada nos separara jamás...

...

Mi padre tenía razón, "cualquier cosa que te propongas serás capaz de conseguirlo", y yo había alcanzado por primera vez en mucho tiempo la felicidad plena. Te estaré esperando Daniel.

Por fin... Volvía a sentirme humana.