lunes, 26 de agosto de 2013

Carta sin destino (Segunda parte)

A ti que lees esta carta:

Hace unos días escribí mi primer mensaje para que alguien pudiera rescatarlo y así poder compartir mis inquietudes, y ahora me dispongo a escribir de nuevo. "¿Por qué?" Os preguntaréis... Porque la espera se me hace eterna y, además, he descubierto algo que puede resultar interesante. Puede que para ti no, pero para mí desde luego que sí.

Por si no encontraste mi primera carta, hablaba de una búsqueda de respuestas a ciertas preguntas y de mi condenada situación al estar perdido en mi propio laberinto buscándolas. No digo que haya encontrado alguna respuesta, pero empiezo a recordar los caminos por los que he pasado. Esto quiere decir que, con algo de orientación, podré salir de este laberinto dentro de no mucho (o eso espero).

Me he percatado del verdadero significado de "no empezar la casa por el tejado". Muchas cosas pueden compararse con una construcción y toda construcción debe comenzar con unos cimientos base que sujeten la vivienda, y, una vez que se tiene dicha base, el resto sale sobre la marcha. Es lo mismo que si fueras a dar un concierto, al principio estás muy nervioso y no sabes cómo hacer las cosas, pero una vez que subes y empiezas a cantar o tocar un instrumento lo demás sale solo.

Con esto quiero decir que, muy posiblemente, una de las respuestas que busco se base en eso, en ver qué es lo que busco, qué es lo que realmente quiero, y una vez lo sepa, sólo tendré que dejar que el río fluya y así seguir el rastro que deje para estar un poco más cerca de la salida.

La pregunta es... ¿qué es eso que quieres? ¿qué pretendes? ¿qué buscas?

Dependiendo del egoísmo que manifieste me surgen varias posibilidades, pero sólo he de elegir una de ellas. Veré qué es lo que podría merecer más la pena o qué sería más correcto y tomaré una decisión a lo largo de estos días. Espero que no me lleve mucho tiempo descubrirlo, por mi bien y por el de los demás.

Y tú, querido lector, ¿cómo estás? La verdad espero que bien, de hecho espero que, si sucede algo, se solucione tu problema cuanto antes. Ojalá pudiera serte de ayuda, pero me pillas algo lejos, lo siento mucho. Espero que al menos mis cartas te sirvan de orientación para ver lo que sucede en mi caso y basarte en alguna experiencia ajena para deducir o intuir cosas.

Gracias por leer esto, en cuanto note algún tipo de avance volveré a escribir una vez más. Debería tener cuidado con los folios, puesto que no me sobran... Bueno, intentaré no malgastarlos.

Cuídate mucho querido lector, sé feliz.

Un cálido abrazo,

Arthur Eddyknar.

viernes, 23 de agosto de 2013

Carta sin destino

A ti que lees esta carta:

A lo largo de mi vida he tenido el privilegio, por llamarlo de alguna forma, de experimentar por mí mismo y por segundas o terceras personas cosas que me han ayudado a ver la vida de una forma diferente. Son etapas de sucesivos cambios y aprendizajes en los que uno debe probar para ver qué es lo que más conviene hacer en cada situación y qué acción es la más correcta.
Una vez me pregunté algo que quiero que ahora os preguntéis vosotros, quiero que os sintáis motivados a encontrar una respuesta clara, precisa y sincera, sin ningún tipo de peros o excusas.

¿Hasta qué punto seríais capaces de ofrecer algo por los demás? ¿Hasta qué punto os sacrificaríais para ver una sola sonrisa ajena?

Todos creemos que somos buenas y grandísimas personas, pero tan sólo nos engañamos a nosotros mismos. Una vez leí algo parecido a "La mentira más común es la que se dice uno mismo, mentir a los demás es una relativa excepción", ¿y sabéis qué? Tenía razón.

¿Qué es la verdad? ¿Cuál es la verdad? Son preguntas que podemos plantearnos para llevar una cierta forma de vida. Podría equivaler a decir "¿en quién debo confiar?", "¿es cierta esta teoría en la que creo basada en hipótesis mías?"

Yo me dispuse a buscar unas respuestas para estas preguntas en el momento menos, o más, no lo sé, acertado, y es cuando te encuentras en un estado considerable de desorientación. No sabía qué hacer, qué pensar, qué sentir... y si te encuentras perdido en un bosque, quedándote quieto no conseguirás salir de allí nunca. Por ello, salí en busca de respuestas.

Me adentré en mi propio laberinto, un laberinto que construí yo mismo con mis recuerdos, mis experiencias, mis virtudes y mis defectos, mis circunstancias... Y como suele ser habitual... Me perdí.

Me hallaba entre la nada y el todo, perdido en mi propio laberinto, anduve y anduve sin saber a dónde ir. Confié en un rastro de migas de pan que una paloma fue devorando sin que me diera cuenta y, en ese momento, sólo quería encontrar la salida, sólo quería encontrarme a mí mismo, sólo quería poder reconocerme ante el espejo... Pero siempre ayudando a quien me necesite en ese instante, posponiendo mi situación para otro momento en el que supiera que lo demás iba bien.

Resulta bastante incómodo saber que existe una respuesta, saber que existe algo que te puede sacar de dudas, pero no saber qué hacer para encontrarla. Es como si supieras que hay una aguja que está escondida en un pajar, sabes que está ahí, pero no sabes dónde ni en qué zona se sitúa. Lo único que te queda es buscar y esperar a que tarde o temprano la encuentres o aparezca de alguna forma.

A día de hoy, sigo vagando en ese laberinto en espera de que, con un poco de suerte, consiga encontrar una respuesta a las preguntas que formula mi insomnio, quien me espera pacientemente cada noche. En cuanto las halle, sabré encontrar el camino de salida y podré volver a casa siendo yo mismo.

No quiero que te preocupes por mí, pues estoy bien. Únicamente necesito encontrarme a mí mismo, saber quién soy y en qué me he convertido, y mi único consuelo es saber que tú, querido lector, estás bien.

Sin más dilaciones, doy por zanjado este escrito. Puede que vuelva a mandar otra carta en una paloma contando mi progreso, hasta entonces espero que todo te vaya bien.

Un cálido abrazo,

Arthur Eddyknar.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Dotes culinarias

Muy buenas camaradas, en el programa de hoy vamos a hacer algo poco habitual a lo que solemos hacer a menudo. Hoy vamos a improvisar una receta simbólica. No os preocupéis por los ingredientes o por la elaboración de la misma, abajo en la pantalla se os mostrará un enlace donde podréis consultar las dudas que tengáis cuando queráis.

Para empezar, tomaremos un poco de aburrimiento. Al ser una masa espesa y sólida, vamos a cortarla en trozos pequeñitos para poder facilitar su disolución, como si de taquitos de jamón de york se tratara. Por otra parte, vamos a coger un cuenco donde verteremos un chorreón de gula, esparciremos 10 gramos de confusión poco a poco mientras mezclamos ambos productos hasta que quede una masa pastosa. A continuación, retomamos el aburrimiento y lo introducimos en el cuenco para seguir mezclando. Podréis comprobar que el resultado es demasiado espeso, así que vamos a encontrar la manera de diluirlo un poco.

Vamos al frigorífico y buscamos un bote de inquietud, una botella de preocupación y un par de piezas de cansancio. Estas últimas piezas se usarán para ser exprimidas y utilizar así su zumo. Recordad que en este tipo de platos nunca viene mal darle un toque de desgana para que nuestro combinado esté en su punto.

Tomamos un segundo cuenco donde poder mezclar estos últimos productos. Primero lo llenamos con la botella de preocupación, luego rociamos un poco de inquietud y finalmente, después de mezclarlo, echamos el zumo de cansancio. ¡No os olvidéis de echar unas gotas de desgana para que coja sabor!

Notaréis que esta última preparación es bastante líquida, que parece incluso más fluida que el mismo agua. Esto contrarrestará el espesor de la masa que adquirimos antes.

Juntamos con cuidado ambas sustancias resultantes y mezclamos. Es un proceso lento, pero al final obtendréis algo parecido a un batido en cuestiones de espesor, liquidez y, en general, en apariencia, a pesar de contener los taquitos de aburrimiento. Pero aún no hemos acabado.

Guardamos ese "batido" en el frigorífico. Mientras tanto, tomaremos una pieza de nostalgia, una de frustración y una bolsa de alivio rayado. Es importante tener en cuenta la marca a utilizar de esta bolsa, puesto que la calidad no será la misma dependiendo de cuál se use. Yo recomiendo "cadenas rotas", en la que aparece un logo de un chiquillo dejando en libertad una paloma abriendo la jaula donde había permanecido antes de echar a volar. Supongo que la paloma sentirá alivio por estar en libertad, aunque puede que el chiquillo también se sienta aliviado puesto que sabe que esa paloma se encontrará mejor en su hábitat natural. Está bien pensado su márketing jejeje. Podríamos seguir filosofando un poco sobre esa imagen, ¡pero debemos acabar nuestra receta!

Tomamos la batidora e introducimos ambas piezas y un puñadito de alivio. Acto seguido vertemos 1/4 de litro de desorientación para facilitar el manejo de la batidora, cerramos y lo trituramos.

Para acabar, tomamos el "batido" del frigorífico y lo vertemos en la batidora para volver a mezclarlos con éste una vez más.

Una vez acabado, servimos el producto en vasos y ya tenemos nuestro gazpacho apático listo para tomar, fresquito y sabroso. ¡Nada mejor que un gazpacho apático para afrontar nuestro día a día!

Espero que la receta de hoy les haya gustado, nos vemos en el próximo programa.

Que aproveche, ¡y hasta la próxima!