viernes, 23 de agosto de 2013

Carta sin destino

A ti que lees esta carta:

A lo largo de mi vida he tenido el privilegio, por llamarlo de alguna forma, de experimentar por mí mismo y por segundas o terceras personas cosas que me han ayudado a ver la vida de una forma diferente. Son etapas de sucesivos cambios y aprendizajes en los que uno debe probar para ver qué es lo que más conviene hacer en cada situación y qué acción es la más correcta.
Una vez me pregunté algo que quiero que ahora os preguntéis vosotros, quiero que os sintáis motivados a encontrar una respuesta clara, precisa y sincera, sin ningún tipo de peros o excusas.

¿Hasta qué punto seríais capaces de ofrecer algo por los demás? ¿Hasta qué punto os sacrificaríais para ver una sola sonrisa ajena?

Todos creemos que somos buenas y grandísimas personas, pero tan sólo nos engañamos a nosotros mismos. Una vez leí algo parecido a "La mentira más común es la que se dice uno mismo, mentir a los demás es una relativa excepción", ¿y sabéis qué? Tenía razón.

¿Qué es la verdad? ¿Cuál es la verdad? Son preguntas que podemos plantearnos para llevar una cierta forma de vida. Podría equivaler a decir "¿en quién debo confiar?", "¿es cierta esta teoría en la que creo basada en hipótesis mías?"

Yo me dispuse a buscar unas respuestas para estas preguntas en el momento menos, o más, no lo sé, acertado, y es cuando te encuentras en un estado considerable de desorientación. No sabía qué hacer, qué pensar, qué sentir... y si te encuentras perdido en un bosque, quedándote quieto no conseguirás salir de allí nunca. Por ello, salí en busca de respuestas.

Me adentré en mi propio laberinto, un laberinto que construí yo mismo con mis recuerdos, mis experiencias, mis virtudes y mis defectos, mis circunstancias... Y como suele ser habitual... Me perdí.

Me hallaba entre la nada y el todo, perdido en mi propio laberinto, anduve y anduve sin saber a dónde ir. Confié en un rastro de migas de pan que una paloma fue devorando sin que me diera cuenta y, en ese momento, sólo quería encontrar la salida, sólo quería encontrarme a mí mismo, sólo quería poder reconocerme ante el espejo... Pero siempre ayudando a quien me necesite en ese instante, posponiendo mi situación para otro momento en el que supiera que lo demás iba bien.

Resulta bastante incómodo saber que existe una respuesta, saber que existe algo que te puede sacar de dudas, pero no saber qué hacer para encontrarla. Es como si supieras que hay una aguja que está escondida en un pajar, sabes que está ahí, pero no sabes dónde ni en qué zona se sitúa. Lo único que te queda es buscar y esperar a que tarde o temprano la encuentres o aparezca de alguna forma.

A día de hoy, sigo vagando en ese laberinto en espera de que, con un poco de suerte, consiga encontrar una respuesta a las preguntas que formula mi insomnio, quien me espera pacientemente cada noche. En cuanto las halle, sabré encontrar el camino de salida y podré volver a casa siendo yo mismo.

No quiero que te preocupes por mí, pues estoy bien. Únicamente necesito encontrarme a mí mismo, saber quién soy y en qué me he convertido, y mi único consuelo es saber que tú, querido lector, estás bien.

Sin más dilaciones, doy por zanjado este escrito. Puede que vuelva a mandar otra carta en una paloma contando mi progreso, hasta entonces espero que todo te vaya bien.

Un cálido abrazo,

Arthur Eddyknar.

No hay comentarios: